¿Por qué el proceso de Juárez fue mejor que el de Gandolfi? Hablemos del juego.
- Simón Rodríguez Tejada

- 16 jun
- 8 Min. de lectura

Atlético Nacional transitó dos etapas muy disímiles en menos de un año: primero con Efraín Juárez en el segundo semestre del 2024 y luego con Javier Gandolfi en el primer semestre del año actual. Ambos llegaron con estilos ofensivos e intensos, pero los resultados y el contexto fueron distintos. El primer semestre, Juárez logró un doblete histórico de Liga y Copa gracias a un equipo equilibrado y casi imbatible defensivamente, mientras que bajo la dirección de Gandolfi el cuadro verdolaga mostró un juego más asociativo por las bandas, pero con altibajos de rendimiento. Repasemos tácticas, estadísticas, reacciones y balances para ponderar cuál de las dos versiones de Atlético Nacional es “mejor”.
Filosofía de juego: presión alta y posesión versus fluidez asociativa
Efraín Juárez aterrizó en Nacional con el sueño de imponer un fútbol moderno, dinámico y ofensivo. Como reveló en su momento, su idea pasa por mantener la posesión y ejercer presión tras pérdida. En la práctica, sus equipos buscaron iniciar las jugadas desde el fondo, evitando despejes largos, y presionar rápidamente al adversario en tres cuartos de cancha. Con formaciones flexibles (usando 4-3-3, 4-2-3-1 y hasta 3-4-3 según el rival), insistió en la verticalidad y la rapidez en las transiciones ofensivas. Los laterales fueron muy ofensivos, sumándose al ataque sin descuidar la retaguardia, y el mediocampo trabajó con intensidad para robar alto. En resumen, Juárez edificó un Nacional que, según la prensa, ejerció un “dominio abrumador” del juego: combinaba posesión y presión en igual medida, en un esquema equilibrado donde el gol se construía desde la calma del fondo y el repliegue era una constante.
Javier Gandolfi, por su parte, mantiene también un perfil moderno pero con matices diferentes. Aunque él mismo dice que “no me ato a ningún sistema”, suele arrancar con un 4-2-3-1. Su propuesta enfatiza la posesión por las bandas con jugadores veloces y habilidosos por los costados, buscando un fútbol más asociativo que el de Juárez. A diferencia del Nacional del mexicano, que fue explosivo en transiciones, el de Gandolfi procura un juego más controlado en ataque, cuidando el balón y abriendo la cancha. Sin embargo, comparte la idea de intensidad defensiva: al perder el balón exige orden y presión inmediata. Como él mismo dijo en su llegada: “también trabajamos mucho a la hora de no tener el balón… buscamos ser un equipo agresivo”. Dicho de otro modo, en lo defensivo buscaba un Nacional fuerte, pero en lo ofensivo Gandolfi prometía potenciar el toque y la amplitud, confiando en jugadores “de buen pie” que creen juego desde el medio hacia las bandas. En definitiva, ambos entrenadores persiguen un fútbol intenso y dominador, aunque Juárez optó por un perfil más directo y Gandolfi por otro más asociativo en ataque.
Resultados y estadísticas en la cancha
La comparación más objetiva viene de los números. Bajo Juárez, Nacional jugó 28 partidos oficiales en el semestre de finalización de Liga y Copa BetPlay con 15 victorias, 8 empates y 5 derrotas, sumando unos 53 puntos (1.90 puntos por juego). El rendimiento fue espectacular: marcó en promedio 1.6 goles por encuentro y concedió apenas 0.4. Esos datos evidencian un equipo letal en ataque y casi inexpugnable en defensa con solo 11 goles en contra en 28 juegos. Con esa efectividad ganó la Liga Betplay II 2024 y Copa Betplay 2024, logrando el primer doblete de su historia como entrenador, casi sin ceder terreno.
Bajo Gandolfi la hoja de estadísticas es más modesta. En 24 partidos del primer semestre de Liga y Copa Libertadores obtuvo 11 triunfos, 7 empates y 6 derrotas, unos ~40 puntos (1.67 puntos/juego). Su equipo anotó 48 goles y recibió 31, para un +17 de diferencia de gol. El promedio goleador subió a 2.0 goles a favor contra el 1.6 con Juárez, pero también concedió mucho más (1.3 por partido vs. 0.4). En otras palabras, el Nacional de Gandolfi mantiene un poder ofensivo saludable, pero su equilibrio defensivo no es tan férreo como el anterior. El rendimiento global ronda el 53% de puntos posibles, suficiente para llegar a cuadrangulares y octavos de Libertadores, pero sin alcanzar la contundencia del bicampeonato anterior. Hasta la fecha de corte del análisis, Gandolfi aún no ha sumado títulos (aparte de la Superliga 2025, un título menor), aunque logró meterse en instancias finales de todos los torneos. En resumen, los números favorecen a Juárez en eficiencia (puntos por juego y solidez), mientras el equipo de Gandolfi luce más prolífico a nivel ofensivo pero también más vulnerable. 1-0 a favor de Juárez.

Reacción de hinchas y medios: elogios vs. dudas
La recepción de ambos entrenadores tuvo matices diferentes. Con Juárez, al principio hubo escepticismo por su poca experiencia local, pero eso cambió pronto con los títulos. La prensa nacional aplaudió el rendimiento: portales deportivos calificaron a Nacional como dominador del fútbol colombiano bajo su mando, resaltando que “contagió su ambición” al grupo. Aficionados en redes se volcaron en elogios: tras el campeonato liguero pedían incluso que el mexicano “repita la hazaña en Copa Libertadores”. En Win Sports o Fox Sports destacaban el triunfo “histórico” de la doble corona y proclamaban a Juárez como factor clave del éxito, pasando de desconocido a ídolo en pocos meses. En síntesis, el ambiente fue muy positivo, con la hinchada entusiasmada y la prensa llena de halagos tras demostrar su valía en terreno colombiano.
Sin embargo, la etapa Juárez también tuvo episodios controvertidos. En noviembre de 2024 protagonizó un incidente en la semifinal de Copa Colombia contra Independiente Medellín: su eufórica celebración provocó invasión de campo y fue sancionado por la policía por “incitar a la violencia”. Esa polémica (junto con otros reproches por celebrar demasiado) generó críticas en redes sociales y le costó una suspensión de entrar al Atanasio que aún está en apelación. En otras palabras, aunque Juárez se ganó el cariño por los títulos, también acaparó la atención mediática por su carácter explosivo. Su imagen quedó dividida: un campeón querido pero de momento juvenil e impulsivo.
Gandolfi, por su parte, llegó con buena fama; tricampeón con Talleres de Córdoba y ganó la Superliga al debutar, lo que generó expectativa inicial. Pero conforme avanzó, la afición empezó a inquietarse. La derrota en casa frente a Millonarios el 16 de junio de 2025 marcó un punto crítico: Nacional acumula ocho partidos oficiales sin ganar entre Liga y Libertadores y muchos cuestionaron su estilo. Medios deportivos resaltaban la “racha negativa” y hablaban de falta de fluidez en su Nacional. Analistas como Carlos Antonio Vélez criticaron duramente el plantel, insinuando que algunos jugadores no daban lo mejor y que ya se gestaban presiones internas para sacar al técnico. En las tribunas se escucharon cánticos de descontento, reclamando respuestas inmediatas. Así, tras meses de expectación, lo que predomina en torno a Gandolfi es cierta preocupación: los medios y la hinchada piden reacción. Se destaca que su equipo ha perdido la fluidez con la pelota y no convierte las ocasiones claras, por lo que el entrenador argentino aún no ha contagiado la confianza en el juego ofensivo que se prometía.
En síntesis, Juárez cosechó el aplauso popular con los títulos, aunque dejó debates con sus actos fuera de la cancha; Gandolfi arrancó ilusionando pero enfrenta dudas públicas por la racha sin triunfos y el juego intermitente. El contraste es evidente: el mexicano salió como héroe nacional a fin de año, mientras el argentino ingresa a la mitad de 2025 bajo la lupa de la prensa.
2-0 para el “ídolo” mexicano.

Plantillas y fichajes: continuidad vs. refuerzo
Los dos técnicos trabajaron con bases semejantes pero con incorporaciones clave. Juárez heredó el plantel campeón de la temporada anterior, con figuras establecidas como el arquero David Ospina, volantes experimentados como Jorman Campuzano, y el goleador Jefferson Duque que luego sería reemplazado luego por Morelos. Para finales de 2024 ya había consolidado un equipo compacto, y aunque surgieron diferencias con la directiva sobre refuerzos, alcanzó el bicampeonato sin desarmarlo. Pocos días antes de su salida se concretaron fichajes para 2025: llegaron el extremo Billy Arce y el volante Fáber Gil. Ambos atacantes llegaron con la promesa de potenciar la ofensiva, y se sumaron casi inmediatamente a la plantilla titular. Pese a esas llegadas, Juárez sentía que la base campeona no debía cambiarse radicalmente, enfocándose en explotar los recursos existentes antes de traer más caras nuevas.
Gandolfi encontró a su arribo a comienzos de 2025 la misma base reforzada que Juárez dejó. Además, pronto gestionó sus propios fichajes: en enero anunciaron oficialmente al volante Matheus Uribe en su regreso al fútbol colombiano y al defensor argentino Camilo Cándido. Con estos refuerzos, más la continuidad titulares indiscutibles como Marino Hinestroza y Alfredo Morelos, Nacional quedó con un plantel más profundo para afrontar Liga y Libertadores. El propio Gandolfi pidió abiertamente otro extremo y un delantero en ruedas de prensa, reafirmando que la directiva continuaría incorporando jugadores. El énfasis de su gestión fue sobre la velocidad de ataque y robustecer el medio con Uribe. En breve, ambos entrenadores trabajaron con planteles de alta calidad: Juárez apostó por continuidad reforzando ligeramente su ataque, mientras que Gandolfi volvió a ampliar el grupo con fichajes como Uribe y Cándido sobre una base ya experimentada.
Empate técnico, pues Juárez no tuvo continuidad en el equipo. Arriba el doble campeón por 2-0.
Contexto institucional: transición exitosa vs. continuidad exigente
El momento que vivió el club con cada DT fue muy distinto. Juárez desembarcó en agosto de 2024 en pleno proceso de transición: Nacional acababa de destituir al uruguayo Pablo Repetto y buscaba un “refresh” internacional. La directiva, liderada por el presidente Sebastián Arango, apostó por un técnico joven y con experiencia europea/MLS, para mantener ambición y modernidad. Juárez aceptó sabiendo que tenía la misión de seguir el proyecto que ya dejaba buenas sensaciones. A su gestión correspondió disputar el torneo Finalización 2024 y la Copa BetPlay de ese año. No hubo crisis mayor de dirigencia, más allá de las discusiones por fichajes, y todo el entorno tuvo alta expectativa tras ver el primer título del semestre. Juárez cumplió: la tranquilidad institucional que encontró en el apoyo de la dirigencia le permitió enfocarse en ganar. De hecho, concluyó su breve paso con dos campeonatos en el bolsillo, lo que además clasificó al equipo directamente a la Libertadores 2025. Sin embargo, el acuerdo con la junta directiva se rompió por las discrepancias sobre contrataciones futuras, situación que él tomó para renunciar en enero de 2025 alegando “inconformidad con la directiva”.
Gandolfi asumió justamente en medio de la planificación del primer semestre del 2025, tras la salida abrupta de Juárez. El cuadro ya era bicampeón vigente, por lo que los retos eran claros: sostener el nivel y atacar en las tres competencias: Superliga, Liga y Copa Libertadores. Con la presión de defender la corona y representar en competencias continentales, entró a un ambiente de exigencia. El club no atraviesa crisis interna; más bien, la preocupación es deportiva: el calendario no descansa y la afición demanda continuidad. A junio de 2025 Gandolfi ha ganado la Superliga ,un título nacional menor, y llevado al equipo a octavos en la Libertadores como segundo de su grupo. Pero la liga local lo interroga: con la reciente eliminación en semifinales, su invicto de triunfos empezó a desvanecerse. En síntesis, el argentino tomó las riendas en un momento crítico por expectativas: la consistencia que podía ofrecer era vital para un club acostumbrado a ganarlo todo. Su contexto, a diferencia del relajado triunfalismo final de Juárez, es de continuidad bajo tensión: buscar sostener el éxito inmediato mientras cumple metas mayores.
3-0. La vara de Juárez fue muy alta para Gandolfi.

¿Quién es mejor?
En definitiva, la balanza se inclina claramente hacia el lado de Efraín Juárez. Más allá de preferencias estilísticas o promesas a futuro, sus cifras no mienten: fue campeón de Liga y Copa en solo cuatro meses, con un rendimiento sobresaliente de 1.9 puntos por partido y una defensa que apenas permitió un promedio de 0.4 goles en contra por encuentro. Ese nivel de contundencia y solidez no solo es difícil de igualar, sino que marcó un estándar reciente en los verdolagas. Su idea de juego, moderna y agresiva, le permitió ejercer un dominio evidente en el torneo, con un plantel que ejecutaba a la perfección su plan. Aunque su paso dejó roces internos, el legado inmediato de títulos es innegable. Frente a esto, el Nacional de Gandolfi, si bien propone una idea interesante y flexible, aún no alcanza ni en logros ni en regularidad. La derrota reciente contra Millonarios en el Atanasio confirma las dudas: el proyecto está en construcción, pero sin garantías ni resultados que respalden esa apuesta. Por eso, si hay que decidir quién es mejor con lo mostrado hasta ahora, Juárez gana con autoridad. Su Nacional fue campeón, eficaz y reconocible, mientras el actual aún busca identidad y respaldo.



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