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EL ARTE DEL ATAQUE VS. LA CIENCIA DEL CONTROL: UN CLÁSICO EN EL CICLISMO MODERNO

  • Foto del escritor: Juan Esteban Cáceres
    Juan Esteban Cáceres
  • 5 jul
  • 4 Min. de lectura

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El ciclismo, ese deporte de resiliencia, paciencia y resistencia de mantener la vista frente al televisor cuando tu competidor favorito ataca o ayuda a sus gregarios, este deporte que siempre ha estado presente en el panorama colombiano como deporte nacional.


Lucho Herrera, Martín Emilio “Cochise” Rodríguez, Nairo Quintana, Egan Bernal, Esteban Chavez, Rigoberto Urán y “Superman” López, estos nombres de ciclistas colombianos representan la pasión de todo un país por la mañana cuando se escucha en la televisión; “tenemos nueva etapa por el Tour de Francia”. Esa década dorada en donde Nairo y Egan eran los representantes cafeteros más importantes que le regalaron a Colombia dos Giros de Italia, un Tour de Francia y una Vuelta a España, midiéndose contra los mejores ciclistas del mundo.

 

Ahora el ciclismo ha cambiado y nuevas figuras emergen para ganar terreno en el top global. Mientras que los jóvenes atacan sin insinuar cansancio, los veteranos con experiencia prefieren ahorrar energías y rematar en el tramo final de cada etapa, en donde las piernas se mueven, no responden al cerebro y se pedalean por instinto e inercia. Lo más común en el ciclismo de estos tiempos es la forma en como dos ciclistas de los 185 que participan en cada gran vuelta se fugan y empiezan a desgastarse uno contra el otro. Tadej Pogačar y Jonas Vingegaard son los protagonistas de cada emoción en los últimos años, en donde se puede apreciar la mentalidad y el contraste del estilo de ciclismo de los dos.

 

Siempre ataca Pogi

Mario Sábato, comentarista, instauró esta frase en las transmisiones de ciclismo, y retrata claramente lo que se vive últimamente. El esloveno, el caníbal, el pequeño príncipe, o simplemente Pogi, ese ciclista que representa el arte de atacar sin necesidad de parecer fatigado, ese arte que Alejandro Valverde, Peter Sagan, Philippe Gilbert, por decir algunos nombres, instauraron en la mentalidad del ciclista moderno que en cuestión de segundos, la fuga parece inalcanzable para los que puedan seguir el ritmo de Pogačar. Esto dicho anteriormente se demostró en el Critérium del Dauphiné de este año, en donde varias etapas, Tadej Pogačar utilizó los tramos de montaña como un monólogo ofensivo, torturando al danés que le intentaba seguir el ritmo, pero cedía ante la fuerza imparable del esloveno. Cada carrera y ascenso, marca el paso, endurece el ritmo y rompe el pelotón sin mirar atrás.


Aun así, Pogačar sigue demostrando el porqué es el número uno y no solo por sus títulos, sino también por la inteligencia de utilizar un ataque explosivo sin prudencia. Si siente que tiene piernas para atacar, ataca. Si hay una posibilidad de tomar la delantera, la toma. Su explosividad, combinado con su talento descomunal, lo convierte en un ciclista que rara vez tiene duda y redefine el modelo del líder moderno del ciclismo.

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Control total de Dinamarca

Por otro lado, el gigante de Dinamarca o el gran danés, está del lado de cómo utilizar la estrategia y mantener el control completo de la carrera para obtener una mentalidad casi que inquebrantable. Tom Dumoulin, Miguel Induraín o Chris Froome son claros ejemplos del pasado para entender el tipo de ciclista que hoy en día es Jonas Vingegaard, un ciclista que sabe cuando atacar, cuando estar en el pelotón y cuando conseguir las bonificaciones en los tramos de escalada.


Vingegaard representa el otro extremo del ciclismo contemporáneo: el de la precisión absoluta. Su estilo no está hecho para brillar con explosividad, sino para resistir con inteligencia. Mientras Pogačar ataca, él calcula. Mientras otros se desgastan, él administra. Vingegaard ha construido su figura sobre la regularidad, la disciplina y la lectura exacta del esfuerzo. No necesita dar golpes de espectáculo; su fortaleza está en saber cuándo no ceder, en esperar el momento ideal y en mantener un ritmo inquebrantable que, poco a poco, va quebrando a sus rivales.

 

Cada vez que el danés aparece en la alta montaña, lo hace con una expresión neutra, sin gestos de sufrimiento ni gloria anticipada. Es un corredor que rara vez se descompone y que basa su dominio en la eficiencia. Sus victorias en los últimos Tours de Francia son el resultado de una mentalidad táctica, respaldada por un equipo que lo rodea con precisión quirúrgica. Vingegaard no emociona como Pogačar, pero impone respeto con una superioridad silenciosa. Corre para ganar, no para entretener, y eso en una época dominada por la espectacularidad lo convierte en una figura tan temida como admirada.

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Un paso adelante

En los últimos años, el ciclismo profesional ha experimentado una transformación profunda. Hoy, ya no es suficiente con destacar en la montaña o ser fuerte en la contrarreloj; los grandes líderes, obviamente apoyados de sus gregarios, deben dominar múltiples facetas del deporte. El uso intensivo de tecnología, el análisis de datos, la preparación física y el respaldo de equipos altamente estructurados han aumentado el nivel de competencia. En medio de este escenario sobresalen Tadej Pogačar y Jonas Vingegaard, dos ciclistas que no solo se ajustaron a esta nueva realidad, sino que la encarnan de formas opuestas pero igualmente efectivas. Ambos encarnan dos formas distintas de interpretar el ciclismo actual, donde ya no basta con tener fuerza o coraje: también se necesita planificación, disciplina y una ejecución casi perfecta para mantenerse en lo más alto.

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