De París a Múnich: Cómo Portugal Redefinió el éxito
- Juan Manuel Ruíz

- 13 jun
- 4 Min. de lectura

Portugal ha vivido en menos de una década dos momentos cumbre en su historia futbolística: El título de la Eurocopa 2016 y el de la UEFA Nations League 2025. Ambos trofeos no solo representaron el éxito en el campo, sino que marcaron etapas distintas de una misma evolución. Desde la solidez defensiva y la épica resistencia de París hasta el juego propositivo y técnico de la nueva generación, la selección portuguesa ha sabido reinventarse sin perder su identidad.
La Eurocopa 2016 fue histórica no solo por ser el primer gran título de Portugal, sino por la forma en la que se obtuvo. Bajo el mando de Fernando Santos, la selección construyó un camino basado en el orden táctico, el sacrificio defensivo y la fe en los momentos decisivos. Portugal empató sus tres partidos de fase de grupos y solo ganó uno de los siete encuentros en los 90 minutos reglamentarios.
El torneo quedó inmortalizado por la imagen de Cristiano Ronaldo alentando y dirigiendo junto a Santos desde la banda en la final contra Francia, tras salir lesionado en el primer tiempo. Aquel equipo se sostuvo con figuras como Rui Patricio en el arco, Pepe en la defensa y el aporte sorpresivo de Éder, autor del gol que los convirtió en campeones de Europa.

En cambio, la Portugal de la Nations League 2025 muestra una evolución futbolística clara. Dirigida por Roberto Martínez, la selección lusa apostó por un juego más ofensivo, dinámico y de alta posesión. El sistema de juego cambió del 4-1-4-1 rígido de Santos a una estructura más flexible, con variantes entre el 3-4-3 y el 4-3-3, que le permitió aprovechar al máximo a su nueva generación dorada. Bruno Fernandes del Manchester United, y Vitinha, reciente campeón con el PSG de la Champions League, se consolidaron como el cerebro en el medio campo, Rúben Dias como líder de la zaga y jugadores como Pedro Neto y Francisco Conceição como referencia ofensiva, mientras que Cristiano, con 40 años, en el minuto 61´es quien concede el gol del empate contra la selección española y ser el primer país en ganar este torneo por segunda vez.
Tácticamente, la diferencia entre ambos equipos es profunda. En 2016, Portugal se replegaba, cedía la posesión y apostaba al error rival o al talento individual para resolver. Mientras que, en el 2025, la propuesta fue contraria: presión alta, circulación rápida, amplitud con laterales profundos como Nuno Mendes, quien fue el jugador del partido y una intención clara de controlar el ritmo del partido desde el inicio. Esta transformación no fue solo obra del cuerpo técnico, sino del cambio generacional en el plantel. De un equipo veterano, físico y curtido, se pasó a uno joven, técnico y vertical, con jugadores que destacan en ligas de élite europea como la Ligue 1 y La Premier League.

En cuanto al rol de Cristiano Ronaldo, el contraste es revelador. En 2016 fue el capitán absoluto, máximo goleador del equipo y figura emocional y futbolística. Su liderazgo fue determinante, incluso cuando no pudo terminar la final. En 2025, si bien fue titular indiscutido, su presencia fue respetada dentro y fuera del campo. Quedando como goleador de Portugal en esta edición de la Nations League, anotó goles clave en fases previas y fue fundamental en los momentos de mayor tensión, pero el foco ya no solo estaba sobre él. El equipo funcionó más como colectivo que como una orquesta dirigida por una sola estrella. Esta transición habla también de la madurez institucional de la selección: Supo soltar el peso de una leyenda sin renunciar a su experiencia.
Desde una perspectiva histórica y simbólica, la Euro 2016 fue el fin de una espera. Portugal había perdido la final de la Euro copa en casa en 2004 contra Grecia y había tenido generaciones brillantes que no lograban coronarse. Aquella victoria fue la ruptura del trauma. En cambio, el título de 2025 se percibe como una confirmación: Portugal no solo puede ganar, puede hacerlo jugando bien, siendo protagonista. El país pasó de celebrar lo inesperado a consolidar su presencia entre las potencias futbolísticas. Las celebraciones fueron diferentes también: si en 2016 primó la sorpresa y la emoción, en 2025 hubo un tono de orgullo y continuidad.
Comparar ambas selecciones no implica restar mérito a una para ensalzar la otra. La de 2016 enseñó que ganar es posible, aún en la adversidad, que el fútbol no siempre premia la estética, pero sí la convicción. La de 2025 demuestra que ese mismo país puede evolucionar, arriesgar y construir una identidad táctica sin perder efectividad. En ambas hay carácter, talento y experiencia, pero expresados de formas distintas. Una representa el nacimiento del sueño, la otra su madurez y evolución.
En definitiva, Portugal ha conseguido lo que muchos envidian: tener dos generaciones campeonas que reflejan momentos distintos de su historia. En una, Cristiano fue la bandera de un equipo que resistió hasta tocar la gloria. En la otra, fue el sabio veterano que presenció el ascenso de una nueva era. Lo que comenzó con un disparo lejano de Éder en París terminó consolidándose con una exhibición colectiva en 2025. Y lo más notable es que el camino portugués aún no parece haber terminado.



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